Solía caminar entre ciénagas
y nieblas espesas.
Escondiéndome del miedo
que recorría mi alma,
como si de un río se tratase.
Evitar caer en la ladera de la muerte
era mi único objetivo.
Llegar sano y salvo sin haberme perdido
en aquel laberinto donde jamas quise estar.
Y al final la luna quise abrazar
pero demasiado cansado llegué
para agarrarla de las manos.
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