Vuelve a mi el dolor
que alimentaba lluvias,
tormentas que levantabas con la mano.
Ahora ando sobre rastrojos
de corazones rotos
y desalentadas amapolas.
Tanto dolor se ausenta y desaparece
cuándo tu estas y ahora todo me da
vueltas como si se tratase de un carrusel.
Y se consumen los días como horas
y las horas como vidas.
Y es que ya hemos quemado el cielo
y es que ya no merecemos vivir.
Las promesas quedaron levitando
los sueños desaparecieron
y nosotros fuimos detrás de ellos
perdidos en esta tormenta que no nos deja vivir.
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